julio 19, 2011

El público somos nosotros

Tomando en cuenta el gran poderío que tiene la imagen, esa gran transparencia que permite transmitir desenfrenadamente ideologías en forma por ejemplo de historias felices, de con una simple historia de amor bien contada validar un sistema cultural, y a la vez incitar a replicarlo… se hace evidente el por qué del monopolio en el cine.

La posibilidad de utilizar al cine como un elemento de imposición y hegemonía cultural queda al descubierto, se muestran ciertas realidades y se omiten(ocultan) otras. En definitiva lo que se monopoliza es el imaginario colectivo de una población… el lenguaje no sólo nombra realidad, sino que también la crea, pero esa creación está completamente mediada por los archivos(imágenes) mentales que uno posea (saque sus propios cálculos).

Bajo esta lógica, se hace trascendental la muestra a la que acaban de ingresar. Y no sólo esta muestra, sino que la labor que el Cine Club efectúa desde el año 1954, y por supuesto la labor que la recién creada Red de Cineclubes de Chile comienza a efectuar a futuro.

El público tiene el derecho inalienable de acceder a la cultura de manera libre y plural, ya que es ésta finalmente la que nos valida como seres humanos, y sin la ayuda de ella para encausar el caos espacio-temporal que somos, no existiríamos.

La muestra por los derechos del público reivindica al cine como un arte, como una herramienta vital de desarrollo que permite a los individuos entrar en comunión en torno al audiovisual… es aquel 7º arte –en fusión con los demás- del que tenemos que apropiarnos para acercarnos cada vez más a la inalcanzable utopía de un mundo mejor.

Si no somos capaces de otorgar visibilidad a nuestras prácticas, lógicas y en definitiva tradiciones, la trágica profecía de una aldea uni-cultural se hará realidad, sepultando a la diversidad y otorgando el sentido común definitivamente a los discursos de unos pocos, que buscan imponer su forma de mirar la vida, y colonizar al resto del planeta con ella.

El público requiere obras que lo validen como observador, así como el autor requiere de un público que lo valide como observado. La necesidad esencial es de un otro, y se concreta sólo en la comunión, por tanto la distinción autor-público como algo separado es netamente economía cultural y social, algo totalmente artificial. Nosotros, todos nosotros somos el público, y es necesario organizarnos para permitir que más gente tome conciencia de su condición como tal.

Alvaro Valenzuela

Equipo Cineclub

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