El atardecer ya aparecía y la puesta de sol se hacía presente. Había sido un fin de semana de esos que se recuerdan por años… María y Juan junto a sus sobrinos habían logrado hacer de esos pocos días de los más inolvidables en mucho tiempo.
Ahora, tocaba el tiempo del regreso y había que preparar todo.
Abrieron el auto y de a poco comenzaron a subir todas las cosas, cuidando que no se quedara nada. Jorgito y Panchita se preocuparon de los juguetes, Sebastián y Nicolás se encargaron de la ropa, Juan cargaba los artefactos más pesados, mientras Rebeca acompañaba a María que no podía hacer mucho debido a sus seis meses de embarazo.
Cuando todo estuvo dispuesto, y bajo una tímida oscuridad, partieron rumbo a su ciudad natal, donde los esperaban sus deberes y sus familiares para continuar la rutina.
A medio camino, María y Juan comenzaron a discutir. La discusión partió como algo trivial, pero de a poco fue tomando un carácter más y más agresivo, tanto así que los pequeños comenzaron a llorar y a pedirles a sus queridos tíos que detuvieran la pugna (la pequeña Rebeca que estaba aprendiendo a leer, leía a lo lejos “…del sol”).
De pronto, Juan olvidó el volante y empezó a forcejear con María… su machismo absoluto no podía permitir que su mujer ganara la discusión. En el momento del contacto físico entre ambos, una bocina fuerte y clara sonó de fondo: comenzaron las vueltas, la distorsión de imágenes, el calor rojo, el frío negro, los llantos desgarradores dieron la banda sonora, y luego de diez segundos todo quedó en silencio.
Media hora más tarde, todos volvían a la capital: cuatro de los pequeñines en un auto blanco; la pareja y una pequeñita en uno negro.
2 comentarios:
"Había sido un fin de semana de esos que se recuerdan por años…"
ooooooooooooooooh
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